Cuando yo me debatía, dentro de mi hermético armario, entre seguir representando el papel que la sociedad y yo mismo me había impuesto, o abrir las puertas y saltar al vacío, busqué, sin éxito, otros hombres que ya hubieran dado el salto antes, a ver si en ellos podía encontrar una luz y un camino. Pero las circunstancias me obligaron a saltar solo.
No fue hasta unos años después que di con este grupo de hombres al otro lado. Un puñado de amigos unidos por la misma causa, dispuestos a compartir todo aquello que hemos cargado a solas, sin prejuicios y entre iguales, con mucha entrega y ante todo con mucho cariño y espíritu de fraternidad.
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